Si emprender no fuera duro, no merecería la pena

La clave mas importante de ser emprendedor

Emprender es un término que, sobre todo de un tiempo a esta parte, se ha usado y abusado mucho. Todo el mundo es emprendedor, como todo el mundo es CEO de algo.

Del mismo modo, ha surgido toda una corriente positivista sobre emprender que tiende a distorsionar las cosas. Emprender es siempre maravilloso, es la solución, es lo que todo el mundo debería estar haciendo y lo que también va a cambiar ese mundo.

Y emprender es algo que puede convertirse en lo más satisfactorio que uno pueda hacer, eso es innegable, pero es importante no llamarse a engaño y también tener en cuenta que, a pesar de esta corriente que prevalece hoy día, emprender supone estrés, tensión, riesgo y, a veces, es demasiado duro.

Y así debe de ser.

Primordialmente porque las cosas que merecen la pena siempre van a ser duras.

Vivimos en el mejor de los mundos hasta ahora. Si está leyendo esto, tiene una conexión que le permite estar informado y con casi todo el conocimiento del mundo a un clic. Vivimos en lo instantáneo y en la gratificación inmediata, y tendemos a confundirnos en algo fundamental: creemos que todo lo que da placer es bueno y todo lo que duele ha de ser necesariamente malo.

Confundimos unas cosas con las otras y se nos olvida que esas cosas suelen valer lo que cuestan.

Todo lo realmente satisfactorio suele tener un coste en tiempo, en sacrificio y en esfuerzo. Sin ese desafío superado a la hora de conseguir las metas, no las valoramos igual, no suelen dejarnos huella.

Porque lo que merece la pena, y emprender y crear algo duradero de valor lo es, cuesta.

La realidad sobre emprender que se distorsiona a menudo

No debemos olvidarnos de algo importante: La mayoría de nuevas empresas que se crean tienen que cerrar al poco tiempo.

Y estoy hablando de unas 8 de cada 10. Todas esas han de ser un recordatorio de que estamos metidos en algo serio, en algo para lo que tenemos que estar preparados y no tomarnos a la ligera. El camino es cruel como el mar y se traga a la mayoría de los barcos. Debemos mirar bien a esa mayoría de caídos y no dejarnos llevar por los discursos edulcorados de gurús que viven de vender ilusiones, pero en realidad no han conocido la trinchera de emprender.

El mercado atiende a las razones de la rentabilidad y ya está, no hay premios a la bondad y tampoco al esfuerzo. He conocido muchos emprendedores que se esforzaron más que nadie y no fue suficiente. También he conocido a otros que estuvieron ahí porque había dinero de inversores que quemar, y nunca tuvieron intención de hacer nada relevante.

Cada uno tiene sus razones, pero el verdadero emprendedor sabe una cosa, que si no cuesta, al final no merece la pena. Y abraza eso, en vez de huir y buscar la gratificación inmediata.

Emprender es una inversión, es todo lo contrario a esa gratificación, es poner de nuestra parte esperando que el día de mañana nos compense, pero sin saber si ocurrirá o no. Plantamos la semilla y cuidamos y regamos, pero al final, no está todo en nuestras manos.

Por eso un emprendedor de verdad abraza una cultura del esfuerzo que no parece muy de moda en todos esos discursos que uno oye por todas partes sobre emprender.

Sin embargo es la realidad, que no queda tan bonita como otras cuando la dices, pero es el verdadero camino.

Hoy no hay enseñanza práctica, ni tácticas de venta o estrategias de marketing. Hoy es un recordatorio del verdadero sendero que hemos tomado y de cómo son realmente esas cosas que merecen la pena. Son duras, y no las querríamos de otra manera.

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