Si alguna vez, o muchas, te has sentido como un fracaso a la hora de emprender, no estás solo y es más común de lo que parece. Aquí está cómo eliminar esa sensación. O al menos, cómo reducirla considerablemente.
Es importante que dejemos de sentirnos unos fracasados porque, como no me canso de decir tras más de 15 años en esto, emprender es un juego mental. Cualquier cosa que afecte a nuestro ánimo o motivación, también afectará a nuestros beneficios.
Eso se debe a que la clave para conseguir resultados es la acción masiva, pero esta es imposible si estamos envenenados por la sensación de que somos un fracaso en los negocios.
Si le parece que todo el mundo a su alrededor triunfa. Si todos esos emprendedores de las noticias, las charlas TED y las redes sociales le deprimen con su «aura de éxito», escuche bien. Porque estas 7 cosas que vamos a ver, le ayudarán a dejar de sentirse como un fracasado.
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1. Todo es mentira y humo
En realidad, todo no, he exagerado como siempre en marketing, pero mucho sí. Así que lo primero que tenemos que hacer es respirar hondo y tratar de relajarnos un poco, porque nos están contando muchas mentiras.
Cuando empecé en esto, mi web empezó a ir bastante bien al poco tiempo. Comercializaba varios productos de información digital y se vendían. A las pocas semanas, me contactó un «famoso gurú» del marketing al que yo no paraba de ver con sus cursos sobre cómo conseguir cascadas de clientes (sus palabras, no las mías) o llegar a la cima del éxito.
En ese email, me preguntó que cómo lo hacía, que cuál era mi secreto para vender.
Yo, inocente, se lo dije.
No era ningún secreto en realidad, por aquel entonces tenía dispuesto un sistema de marketing de pago por clic bien engrasado. Estamos hablando de hace más de 13 años. Era la época en la que que nadie participaba aún en ese juego y las grandes empresas ni lo conocían aún, así que podías conseguir clics por apenas 1 o 2 céntimos en términos muy interesantes. Recogiendo indicadores y tratando de mejorar los anuncios con split tests constantes, monté un buen sistema. Me costó trabajo y exigía su mantenimiento casi diario, pero daba beneficios.
Aquel gurú desdeñó mi explicación como si eso no pudiera ser y me confesó que él no vendía nada de nada, que le dijera realmente cómo lo hacía y no le viniera con lo del pago por clic, porque estaba desesperado.
Me había pasado toda una tarde de mi trabajo redactando ese correo en profundidad para ayudarle, pero ya no me molesté mucho más con aquello.
Aquel correo me impactó, pero fue la primera de las muchas tomas de contacto con la realidad que hay entre las bambalinas del «éxito emprendedor».
Porque luego me encontré con muchos más ejemplos de aquello. Gran parte de lo que vemos por ahí es pura fachada, se lo aseguro. ¿Muchos de los que parecen ingresar oro y estar subidos al éxito? Teatro. He estado en conferencias para emprendedores, congresos y demás eventos. Ya hace mucho que no pierdo el tiempo con eso y, cuando aún llega alguna invitación perdida, digo que no, porque gran parte de lo que ve es solamente humo y espejos.
Tienes que vender una imagen del éxito, lo tengas o no.
Eso hace que, cuando nos comparamos con los demás (la raíz de todos los males, como veremos) es inevitable salir muy mal parados. Y eso se ha acelerado en estos tiempos por lo siguiente que tenemos que saber para dejar de sentirnos unos fracasados.
2. Tenemos sesgos de percepción importantes que lo distorsionan todo
No observamos el mundo tal y como es de manera objetiva. Lo vemos a través de un montón de filtros y lentes que lo distorsionan.
Potenciando el punto número 1, existe el llamado sesgo del superviviente. Es decir, que solo los que triunfan y sobreviven pueden contar la historia, pero de todos aquellos que pierden no oímos nada. Es normal, no son noticia, nadie quiere entrevistarlos, ni saber de ellos, no han «sobrevivido» y los «muertos» no hablan.
Pero la realidad es que los números objetivos dicen que el 90% pierde.
Cerrar una empresa es lo más común. Ser emprendedor es una de las cosas más difíciles que hay, nos hemos metido en un juego con una esperanza de vida muy pequeña.
Pero el 10% que sobrevive es el que cuenta su historia de éxito y aparece el 90% del tiempo ante nosotros. Así que los que tienen éxito nos parecen mucho más habituales de lo que son en realidad (eso también es otro sesgo cognitivo, llamado de disponibilidad).
Parece que todo el mundo triunfa con su startup menos nosotros, pero en realidad, es todo lo contrario.
Es el mismo caso que los ganadores de lotería. Son los que salen en la tele y los que vemos todo el rato, pero son improbables, casos muy extraños.
3. El problema del success porn
Empeorando lo anterior, hoy hay una obsesión enfermiza por lo que Yann Girard definió en su día como success porn.
Hay una inundación de libros, artículos, vídeos y contenidos sobre cómo triunfar, cómo ser feliz y equilibrado, cómo conseguir todo lo que te propones…
Hay una fijación malsana por conseguir como sea ese imposible llamado felicidad o sentirnos un fracaso si no lo conseguimos. Pero todo es tan falso de nuevo como ese mundo de influencers que no llevan esas vidas idílicas que retratan, sino todo lo contrario.
Además, todas esas cosas que se dicen para triunfar o ser feliz no funcionan. Pero la obsesión y necesidad de mostrar esa fachada perfecta para poder vender (que es lo que quieren en realidad) se ha trasladado también al mundo emprendedor, siendo un reflejo de esas redes sociales que todo lo falsean.
Esto se resume en algo peligroso y poderoso:
Nos sentimos unos fracasados porque comparamos nuestros patios traseros con la fachada recién pintada de los demás.
Nosotros ponemos en la balanza todo a la hora de esa comparación, miserias y victorias (sobre todo lo primero), porque las conocemos a fondo. Mientras, en el otro platillo de esa balanza está únicamente una imagen llena de filtros perfectos que se han acicalado de manera obsesiva, antes de presentarla en forma de fotos y vídeos manufacturados, tan falsos como una película.
Una y otra vez, vemos nuevos estudios de cómo las redes sociales nos deprimen porque no podemos evitar compararnos con lo que vemos. Todo el mundo parece llevar una vida mejor que la nuestra, pero solo es porque ponen únicamente lo bueno… O lo que parece bueno.
La comparación es la raíz de sentirnos unos fracasados y deberíamos dejar de hacerlo (lo sé, es fácil de decir, pero hay que empezar por dejar de exponernos ante esos estímulos). O al menos, hemos de comprender que toda comparación va a ser injusta para nosotros, porque no podemos saber todo lo que sucede en aquello con lo que nos comparamos y, por tanto, lo que vemos es falso, un teatro.
Esa sensación de fracaso se acentúa más todavía por lo siguiente.
4. Tenemos un sesgo muy poderoso respecto a lo negativo
Compararse no sería tan malo si:
a) Pudiéramos hacerlo de manera justa, conociendo esas cosas por las que los demás sufren, pero no muestran. b) No tuviéramos otro sesgo cognitivo adicional, el de negatividad, que distorsiona todavía más el resultado de esa comparación.
Estoy seguro de que, si se siente un fracaso, entonces es como yo en algo que nos afecta gravemente y debemos aprender a dominar:
El hecho de que un solo comentario negativo nos destruye, mientras que cien positivos los pasamos por alto, no les damos importancia o, simplemente, los desechamos.
En realidad, todo el mundo es así. Por razones evolutivas, estamos programados para estar siempre atentos a lo negativo, a lo que nos puede causar un daño. Por eso, si nos hacen un solo comentario desfavorable, este es magnificado y equivale a cinco o seis positivos en cuanto a influencia sobre nosotros.
Para los que tendemos a machacarnos, un comentario negativo puede borrar de un plumazo a docenas de positivos. Obviamos estos últimos y nos centramos en el hiriente. Y muchas veces no importa si es una crítica ciega y sin razón. Nos duele tanto, que nos sentimos un fracaso cuando no deberíamos.
5. Tener un fracaso y ser un fracasado son dos cosas muy distintas
Una de las cosas más positivas que podemos hacer por nuestro negocio es tomar distancia con él. Comportarnos como profesionales que no se apegan demasiado a lo que hacen ni al resultado.
Esta actitud debemos trasladarla a cómo percibimos y gestionamos los fracasos. Un fracaso no nos hace un fracasado. Si fuera así, absolutamente nadie, ni siquiera todos los Steve Jobs o Bill Gates del mundo, serían un éxito.
Un fracaso es un tropiezo que no dice nada sobre nosotros, sino sobre una situación concreta que ha ocurrido. Lo que sí dice sobre nosotros es cómo reaccionamos ante ese fracaso.
¿Lloramos un momento (o dos) si es necesario, nos levantamos, nos sacudimos el polvo de la caída y seguimos? Porque ese el rasgo de los que triunfan, y no el de no tener fracasos en su cuenta. De hecho, lo contrario es cierto.
6. Solo triunfan los que fracasan
Si uno lee las biografías de los que triunfan, el rosario de fracasos que llevan detrás es enorme, mucho más numeroso y grave que el de la mayoría de las personas. Sin embargo, no dejan que eso les defina.
Al final, los negocios y el deporte se parecen más de lo que uno imagina. Igual que nadie recuerda los tiros al palo o que se van fuera, sino los goles, tarde o temprano un gol borra todos esos fallos.
Pero sobre todo, no fracasan los que no lo intentan.
¿Todos esos que nos hacen comentarios negativos hirientes? Suelen ser personas tan cobardes que nunca se lanzaron al ruedo para intentarlo. Por eso, cuando ven a otros que sí tienen el coraje, se sienten mal e intentan poner palos en las ruedas de los demás.
Si consiguen derribarlos, pueden decirse a sí mismos que han hecho bien en no intentarlo, porque mira lo que sucede a los que lo hacen. En realidad, tratan de segar la hierba bajo los pies de los demás para no sentirse ellos mal.
Por eso, para dejar de sentirnos unos fracasados, hemos de entender esas 2 cosas sobre cómo funciona el mundo:
- La mayoría de las críticas tienen que ver más con la persona que las hace que con nosotros.
- El único que no fracasa es el que no lo intenta. Por eso, el fracaso es condición necesaria para el éxito. Por eso los que tienen grandes éxitos también tienen enormes cantidades de fracaso
7. Tenemos más éxitos de los que parece
A riesgo de sonar un poco a autoayuda, una cosa es cierta: siempre nos centramos más en lo que nos falta que en lo que tenemos.
De nuevo, este hecho es una cuestión de percepción y de cómo estamos programadas las personas, siempre pensando en la próxima meta, siempre mirando hacia adelante, sin tiempo para saborear los éxitos o darnos cuenta de lo mucho que tenemos cuando miramos atrás.
Para dejar de sentirse un fracasado, hay quien se obliga cada día a agradecer aquello que tiene, para contrarrestar el sesgo de estar siempre pensando en lo que nos falta.
Lo cierto es que, aunque suene un poco extraño, se ha demostrado que funciona. Así que es una buena práctica a poner en marcha.
En definitiva, si se siente como un fracasado, es normal y hay buenas noticias. Para empezar, es difícil no sentirse así cuando estamos rodeados de un contexto falso que nos quiere vender una película de éxito que no existe y es imposible.
Para seguir, como hemos visto, las personas estamos programadas mentalmente, a través de nuestros sesgos, para sentirnos fácilmente como fracasados, incluso ante el menor tropiezo.
Conocer esos sesgos, conocer la realidad de lo que nos rodea y poner en práctica lo visto aquí, nos ayudará a dejar de sentirnos como unos fracasados.
Porque en realidad, no lo somos.