Esta historia es totalmente real, y contiene lecciones prácticas muy importantes en cuanto a gestión y marketing, pero lo más importante es que le va a dar un sencillo método para multiplicar su productividad, apenas con 5 pasos y que funciona.
Charles M. Schwab era uno de los hombres más ricos del mundo gracias a su empresa de acero. Corría el año 1918, mucho antes de que miles de libros hablaran de miles de sistemas para multiplicar la productividad.
Schwab estaba buscando constantemente una ventaja sobre sus competidores, pues entendía que tener una empresa es una carrera sin fin en la que, en cuanto te paras, en realidad retrocedes, o eres adelantado por los demás que no dejan de correr (lección importante que debemos recordar).
En su empeño por incrementar la eficiencia de su equipo y ver cómo hacer mejor las cosas, concertó una reunión con un consultor de productividad muy respetado que se llamaba Ivy Lee.
Otra lección importante aquí, antes de hacer más cosas, es más inteligente y efectivo ver cómo hacer mejor lo que ya tienes, pues siempre hay margen (muchas veces amplio) de mejora.
Cuando Schwab le pidió a Lee que le enseñara cómo hacer mejor las cosas, Lee sólo le pidió una, apenas 15 minutos con cada uno de sus ejecutivos. Cuando Schwab preguntó lo que le costaría, Lee respondió:
«Nada».
Nada, a menos que funcionara lo que iba a enseñar. Por eso, después de tres meses, Schwab le extendería el cheque que estimara oportuno tras comprobar, o no, los resultados.
Si esta no es una lección prodigiosa de marketing, no sé qué es, pero aún así, no es lo principal que vamos a mostrar.
Los resultados de 15 minutos
Lee enseñó en ese cuarto de hora su técnica de productividad. La estrategia que trajo bajo el brazo sonaba sencilla, simple incluso, pero Schwab y su equipo de ejecutivos le dieron una oportunidad.
Después de tres meses, Schwab estaba preparado para pagar a Lee lo que estimó oportuno. Lo llamó a su oficina y le extendió un cheque por 25.000 dólares de 1918, aproximadamente 400.000 dólares actuales.
¿En qué consistió esa técnica mágica valorada en casi medio millón de dólares? En 5 pasos tremendamente fáciles.
5 pasos bastan para multiplicar los resultados de lo que ya estamos haciendo
En el libro Productividad total se muestra lo que funciona, con datos en la mano, para multiplicar los resultados de nuestras horas de trabajo. Todas esas técnicas tienen un denominador común: son sencillas de aprender y fáciles de poner en práctica.
La realidad es que cualquier método de productividad que sea mínimamente complejo o extenso está condenado a fracasar.
De hecho, todo producto, sistema (o lo que sea) que resulte complejo está destinado a fallar. Para empezar porque tiene más probabilidades al tener más «piezas» que se pueden romper y más cosas que se pueden olvidar.
Es así, por eso muchos sistemas complejos para organizarnos fracasan y, sin embargo, el método Ivy Lee sigue siendo uno de los más poderosos, porque en su sencillez está su poder. Y hoy sigue siendo tan efectivo como entonces.
Lee explicaba su método en 15 minutos a cada ejecutivo y sólo eran 5 pasos, con lo que podían aprender el sistema en esos 15 minutos y no olvidarlo nunca.
Estos son los 5 pasos del método para conseguir un pico de productividad.
Paso 1. Al final de cada día de trabajo, escribe las 6 cosas más importantes que necesitas conseguir mañana. No escribas más de 6 tareas.
Paso 2. Prioriza esas 6 tareas en orden de verdadera importancia.
Paso 3. Cuando llegues mañana, concéntrate sólo en la primera tarea. Trabaja hasta que esté terminada completamente antes de moverte a la segunda tarea.
Paso 4. Enfrenta el resto de la lista de la misma manera. Al final del día mueve los elementos no terminados a una nueva lista para el día siguiente. Rellena esa lista hasta tener otra vez seis tareas y no más de seis.
Paso 5. Repite este proceso cada día de trabajo.
Y ya está, en serio. Eso valió casi medio millón de dólares, cuando se aplicó en la práctica.
La lección principal no es sólo que el proceso funciona maravillosamente bien, sino que, al final, lo que importa es la ejecución de las ideas. Las ideas en sí tienen valor cero hasta que se ejecutan en el día a día.
Cuando yo era consultor, la mayor frustración era ir a una organización, explicar algo que podían mejorar y escuchar que eso era «demasiado sencillo», casi de «sentido común». No es que fuéramos unos genios resolviendo problemas con soluciones inesperadas. Luego decían que lo probarían y pasaban automáticamente a desecharlo.
Cuando ibas semanas después, podías comprobar que no habían movido un dedo, que la ejecución había sido cero.
Nos atraen las ideas complejas, creemos que ha de haber oscuros secretos, complicados y para genios, que son aquellos que traen el dinero, los beneficios o la productividad como en este caso.
Pero no es así, los mejores ejecutan estrategias sencillas, fundamentales, puede que repetitivas, una y otra vez.
Es lo que hemos visto en casos de estudio reales como el reciente de Slack. Hacen lo que los demás no quieren hacer o evitan hacer, por aburrimiento, por incomodidad o porque, simplemente, en el mundo real lo que tenemos que hacer para conseguir beneficios no va a coincidir, en la mayoría de ocasiones, con lo que nos gustaría estar haciendo en ese momento.
Y no sólo hacen lo que los demás evitan, sino que lo ejecutan con atención al detalle.
Esas son las marcas de los verdaderos emprendedores. ¿No cree que la técnica sea poderosa? Pruébela un par de semanas, priorizando de verdad, sin distracciones y no poniendo excusas para saltar a otra tarea hasta que no se haya terminado la que tiene delante y es importante.
Se maravillará de cómo lo fundamental, una vez más, es lo que nos salvará. Siempre.