Por qué no hay que creer en la lotería a la hora de emprender

Emprender

Si hay algo que se repite una y otra vez todos estos años, cuando hablo con emprendedores (presentes o futuros, eso da igual) es la percepción distorsionada que se suele tener de emprender y tener un negocio propio.

Demasiado romanticismo, expectativas exacerbadas y, en general, un desconocimiento del terreno peligroso y resbaladizo en el que te vas a meter si creas una empresa propia.

Dentro de todas esas nociones equivocadas, una de las más peligrosas es creer en las historias de lotería que muchos emprendedores (adornándolas demasiado para abrillantar su mitología persona) exponen cuando se les pregunta o plasman en libros de dudosa utilidad y realidad.

En esta vida hay casos para todo y excepciones para todo.

Y esas excepciones son las historias que nos gusta oír.

Las del ganador de lotería o la empresa que tuvo éxito de la «noche a la mañana».

¿Por qué oímos esas más que otras?

Porque las historias normales no destacan y como no destacan, no se cuentan. Solo se cuentan las extraordinarias. Es muy humano y todos lo hacemos, no le vamos contando a los amigos historias mediocres de cómo nos hemos levantado esta mañana y no ha sucedido nada relevante.

Eso no atrae atención, y atención es lo que quieren web, redes sociales y libros sobre negocios que desean venderte.

¿Y cuál es el problema con esto cuando se trata del tema de emprender?

Pues bien, el problema es lo que se suele llamar el «sesgo de disponibilidad».

Este es un término psicológico algo extraño y poco conocido, pero básicamente significa que tendemos a inclinarnos por las cosas que tenemos más disponibles.

Para lo que quiero explicar hoy aquí significa una cosa, tendemos a creer lo que oímos más.

¿Y qué oímos más?

Pues las historias improbables, las destacadas, los «ganadores de lotería» en esto de emprender y las empresas que triunfan de la noche a la mañana.

Y como lo oímos todo el rato porque es lo único que se cuenta al ser destacable, creemos que es lo más común, pero no es así, sino todo lo contrario.

Racionalmente, nadie debería jugar a la lotería, no al menos como estrategia habitual. La probabilidad de acertarla es menor que la de que te caiga un rayo, dos veces, de camino a recoger el boleto premiado.

Pero mucha gente juega, porque las historias de los ganadores son tan destacables que despiertan nuestro deseo. Es importante recordar que, en economía, a la lotería se le llama El impuesto de los tontos (yo no lo inventé, sólo lo transmito).

Lo que quiero decir es que en el tema de cómo empezar un negocio siempre se suelen contar y oír por todas partes las historias destacables. Las historias de triunfo sobre la adversidad, las de éxito rápido y emprendedores carismáticos.

Así, cuando miramos el tema, tendemos a creernos lo que nos dicen, a seguir esos consejos sobre la pasión que lo puede todo, las ideas geniales y cómo, arriesgarlo todo, fue la mejor decisión de sus vidas.

Pero tenemos que ser más inteligentes que todo eso. Esas historias son una minoría. La mayoría de empresas tiene que cerrar, pero eso no se cuenta. La mayoría de empresas no son los casos de Richard Branson, Steve Jobs o Bill Gates. Esos son casos excepcionales, con situaciones excepcionales.

Piense en esto:

¿Cuántos libros hay sobre cómo hacerse millonario y triunfar? Miles.

¿Cuántos los han leído? Millones.

¿Cuántas empresas triunfan y fracasan en el tiempo? Pues las mismas que antes de que esos emprendedores leyeran esos libros.

Es decir, que no ha aumentado el porcentaje del éxito, a pesar de que se han revelado miles de fórmulas del éxito en todas esas historias, fórmulas que no funcionan.

Si se fija, en esos libros los consejos siempre son más o menos lo mismo. Quien arriesga gana, no te rindas nunca, etc. Y eso está bien, son condiciones necesarias porque sin eso no vas a llegar a ningún lado. Pero no son condiciones suficientes.

Muchas veces uno puede hacer todo eso y, aún así no conseguirlo.

Algunos clientes, tras estas charlas, me dicen: «Te pones siempre en lo peor, las cosas no son tan duras a veces».

Y tienen razón, siempre hay casos de alguien que empieza y todo le va bien desde el día 1. Esos casos existen, pero miremos la imagen completa, no son lo común, lo común son las cifras que nos dicen que la mayoría de empresas tiene que cerrar tras un corto periodo de tiempo. Y es una gran mayoría que va desde más del 60% hasta el 85% dependiendo de las cifras y el tiempo que quieras contar.

Por eso es importante no asumir que el mundo es igual a la mayoría de historias que oímos, porque sólo oímos las historias que salen de la norma.

Sólo oímos a los ganadores, porque los perdedores no quieren o pueden contar sus historias, que aventajan en número (y con mucho) a las de los ganadores.

Las historias habituales, las de siempre y las de derrota, no son noticia. Pero son la imagen más fiel de cómo funcionan las cosas de verdad.

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