El derecho al equívoco y al tachón

Como reducir el estres

Si alguna vez, o a menudo, se siente desbordado en su trabajo o su empresa. Si cree que no llega, que no sabe qué hacer, que cómo amanecerá mañana… Y le preocupa, probablemente lo esté haciendo bien, aunque parezca todo lo contrario.

La última consultora de negocio para la que trabajé, hace tanto ya, se especializaba en grandes empresas. Me destinaron algo más de un año a un proyecto en una iniciativa que, por aquel entonces, había facturado una increíble millonada, una empresa de moda líder.

Y cuando llegamos a optimizar los procesos, implantar un cuadro de mando y alguna cosa más, los ojos se me salieron de las órbitas.

¿Cómo era posible que aquel caos en el que nadie sabía realmente qué estaba haciendo facturara tanto?

Rencillas infantiles, cada uno haciendo la guerra por su cuenta, procedimientos de trabajo kafkianos… Parecía que aquella empresa no facturaba a causa del trabajo que se hacía allí, sino a pesar de él.

Pero es que esa es la realidad de las grandes empresas, un verdadero caos, como también es la realidad de las pequeñas empresas, un pequeño gran caos.

El engaño de la imagen y la percepción

Hoy, más que nunca, vivimos en una dictadura de la percepción y la fachada.

Uno quiere ser productivo y se encuentra mil sistemas que lo prometen, o ve esos cuadernos en las redes sociales que parecen obras de arte, esos bullet journal imitando a un Picasso, esos despachos de mesas limpias, ordenador blanco manzana y estética minimalista.

Pero la realidad es que, si son así, no están realizando un trabajo mínimamente exigente.

Una vez se me ocurrió ampliar una de esas fotos, para ver las cuatro tareas apuntadas en aquel sistema de productividad tan de Instagram: una de las actividades era respirar, otra era yoga y otra era brunch.

¿La cuarta? Del mismo palo de la baraja: afirmaciones positivas.

Todo es postura para la Red social o para aparentar y que te contraten para dar charlas vacías. Y la vida real no es así. La vida es caos y tachones. La vida es errores e incendio y echar ese cubo de agua sobre la marcha justo cuando la llama te empieza a rozar.

La vida del emprendedor y del buen trabajador, no es diferente muchas veces.

Si no estás sintiendo eso a menudo, es posible que no estés empujando lo suficiente, ni llegando bastante lejos. Si no prendes fuego a algo, de vez en cuando, es porque no estás realizando un trabajo que merece la pena.

La naturaleza de lo importante es cambiante, un barrizal, que es donde se suelen pelear las verdaderas batallas.

Y he aquí otra cosa importante que conviene recordar, porque muchas veces olvidamos lo importante: En realidad, nadie tiene ni idea y todo el mundo lo hace lo mejor que puede con lo que tiene.

Cómo se fabrican los éxitos

Muchas veces, igual que las salchichas. Así que es mejor no ver ese proceso de fabricación. Contemplamos esos productos limpios y pulidos en los estantes del supermercado, listos para la venta, y asumimos que su creación habrá sido similar, pero no.

Es mejor que no veamos dicha creación, la verdad, porque no se parece en nada al producto final. Es mejor no conocer a tus héroes y que no te pase como a mí de joven, que pensaba que aprendería un montón de esos genios que facturaban tanto y, al final, aprendí a no volverme loco en reuniones del consejo de administración, que se parecían más a Juego de Tronos que a otra cosa.

Es la naturaleza la bestia, de emprender, de cualquier cosa importante. Tarde o temprano, parecerá que no tienes el control, que no sabes qué estás haciendo, que avanzas a ciegas.

Pero avanzas, que es lo importante.

La parte positiva de todo esto

El lado bueno de todas estas cosas es que tienes permiso para tachar y ser caótico, para que muchas cosas no salgan a la primera.

Todo eso de no parecerme a las fachadas que presentaban los demás me generaba frustración y pensaba, ¿es que no valgo? ¿Es que soy malo?

No, es que las cosas no son así en la vida real.

Es que funciona de otra manera y las redes sociales, y todos esos libros que te dicen cómo tener éxito son, simplemente mentira. Puro marketing destilado en una imagen perfecta e irreal, elegida entre cien para que parezca «natural».

Hace mucho leí una frase genial, no recuerdo a quién. Decía que el gran drama hoy día es que comparamos nuestros patios traseros con las fachadas de los demás. En estos tiempos de redes y postureo, esa fachada siempre está pintada de blanco y el jardín parece más verde, de un brillo intenso gracias a filtros engañosos.

Claro, los patios traseros de los demás no se nos muestran. Se cuida de mantener esas imágenes perfectas de emprendedor de éxito o influencer, porque de eso depende buena parte del dinero que se ingresa por humo.

De vez en cuando explota alguno y se descubre que todo es mentira, que esa luz de Instagram no existe en realidad.

Pero está bien, podemos no caer en la trampa. Podemos darnos ese permiso para fallar, para tachar, para no tener el despacho perfecto siempre, para avanzar aunque sea tropezando.

Porque esa es la verdadera historia de los éxitos muchas veces, cuando quitas los adornos y los filtros.

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